22 de marzo 2019
El contenido de esta página se basa en un viaje realizado entre el 27 y 29 de marzo de 2019.
El profundo sonido de la campana acapara toda la inmensidad de la plaza del Mercado. Y antes de haberse perdido el eco solemne de las doce de la noche, una imprevista trompeta comienza a sonar. Al intento de ubicar con precisión el sonido entre la noche y el espacio, los sentidos comienzan a aceptar que provienen de lo alto de una de las dos altas torres que sobrepasan ampliamente en altura, pese a la perspectiva dominante de la edificación del mercado.
El trompetista hiela el aire, ya de por sí frío pese al reciente inicio de la primavera, con unas notas que acallan cualquier pensamiento y anclan fíjamente la mirada buscando en lo alto cualquier ventana tras la cual alguien parece recordar algo, que pese a su probable repetición cada cierto tiempo, parece ser lo suficientemente importante, lo suficientemente vehemente como para centrar la atención de las muchas personas que, a esa hora, aún discurren en todos los sentidos a través de esta enorme plaza, recinto bordeado de antiguas edificaciones, nuevos restaurantes y donde lo anciano y lo novedoso parecen confluir en el sonido de unas campanadas y la imprevista interrupción de las notas del trompetista justo en el momento en que comenzaba a deleitarme y dejarme envolver con enllas.
Esa fué la primera impresión que viví a mi llegada a Cracovia, una vez dercargado de mochila en la habitación que había alquilado. Bajé tan pronto como pude a tener un primer contacto con la ciudad. Y de esta manera y a bocajarro me toqué con una de las leyendas que cubren de misterio y solemnidad a Cracovia.
Hacia mediados del siglo XIII Cracovia era una ciudad rica, bella e importante. También en estos tiempos hordas de mogoles, tártaros y otros pueblos que venían de las estepas de Oriente atacaban las ciudades por sorpresa, las saqueaban y se llevaban prisioneros para venderlos como esclavos.
La ciudad estaba amurallada y desde la torre más alta de la Basílica de Santa María, que servía como punto de observación y vigilancia de los exteriores de la misma, se daba un toque de trompeta para abrir o cerrar las puertas de acceso. Inicialmente, solo al amanecer y al atardecer, para avisar sobre la hora de la apertura o cierre de las puertas de la ciudad y más tarde, desde el siglo XVI, cada hora.
La melodía del toque de trompeta, llamada en polaco "hejnał", se convirtió en un símbolo musical de Cracovia.
Pese a no estar totalmente de acuerdo en la fecha, al parecer en 1241, otros dicen que en 1259, la caballería tártara apareción por sorpresa en las inmediaciones de la fortaleza. De inmediato, el centinela de la torre comenzó a dar la alarma con la trompeta dando orden del cierre de las puertas y llamando a la defensa al mayor número de personas disponibles.
Al verse sorprendidos, una lluvia de flechas cayó en las inmediaciones de la muralla, y una de ellas, con tan mala fortuna, atravesó la garganta del trompetista, interrumpiendo de esta manera el toque de alerta.
El toque de trompeta se realiza cuatro veces consecutivas, y hacia los cuatro puntos cardinales.
En primer lugar hacia el castillo de Wawel en homenaje al rey, después hacia la torre del Ayuntamiento para honrar a los concejales, a continuación hacia la puerta de San Florián para dar la bienvenida a los viajeros y gente que visitan la ciudad y, por último, hacia la Plaza del Maly Rynek para los mercaderes y el resto de ciudadanos.
La Plaza del Mercado de Cracovia es la mayor plaza medieval de Europa. Allí está el Sukiennice, el monumento a Adam Mickiewicz, el ayuntamiento, la iglesia de San Adalberto y la basílica de Santa María, con sus torres góticas.
Rynek Główny es el auténtico corazón de la ciudad. A lo largo de los siglos ha sido el lugar elegido por los comerciantes y testigo de un sin número de acontecimientos, como ceremonias, celebraciones, ejecuciones públicas. En su momento y durante la ocupación nazi, incluso llegó a llamarse Adolf Hitler Platz.
La Plaza del Mercado de Cracovia es la mayor plaza medieval de Europa. Allí está el Sukiennice, el monumento a Adam Mickiewicz, el ayuntamiento, la iglesia de San Adalberto y la basílica de Santa María, con sus torres góticas.
Originalmente era la Plaza de Armas de la ciudad, que fue destruida en 1241 por los mongoles, y reconstruida en 1257. A partir de ese año se convirtió en un centro de comercio nacional e internacional. Funcionaba allí un gran mercado donde se comerciaban, principalmente, telas y ropa.
Casi al final del siglo XIV el rey Casimiro el Grande hizo construir un gran edificio de estilo gótico, el cual fue destruido por un incendio. El Sukiennice, Mercado de Telas o Lonja de los Paños, fue reconstruido en 1555 en un estilo renacentista, y es el edificio que podemos ver hoy en día.
Alrededor de esta plaza podemos encontrar:
* El Szara Kamienica, del siglo XIII.
* El edificio del Nº 13, donde funcionaba la primera farmacia de Cracovia, ahora convertido en centro comercial.
* En el Nº 17 funciona una librería en un antiguo salón gótico, uno de los interiores más antiguos y mejor conservados de Cracovia.
* En el Nº 35 verás un edifico barroco de 1640, que perteneció a un noble polaco y donde actualmente funciona el Museo Histórico de Cracovia.
* Sobre el lado este de la plaza podrás ver la estatua de Adam Mickiewicz (1798-1855), poeta polaco considerado un patriota, por su lucha por la independencia del país.
* Hacia el sur encontrarás el Collegium Maius, el resto de los edificios de la Universidad Jagellónica de 1364, que están entre los más antiguos de la ciudad.
Al finalizar la guerra Kazimierz quedó en un estado totalmente decadente, fue uno de los más afectados durante la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial. La población judía que vivía en él fue deportada al gueto de Podgorze, y no fue hasta el rodaje de "La Lista de Schindler" cuando comenzó su recuperación. Actualmente el barrio es una de las zonas de Cracovia más populares tanto para vivir, como para ir a cenar o salir de fiesta, especialmente entre el ambiente estudiantil.
Los principales puntos de interés de Kazimierz son sus 7 sinagogas, el Museo Judío Galicia y la Plaza Nueva, "lugar de culto" para el público estudiantil. También se localizan en la zona dos de los museos más interesantes de Cracovia, el Museo Etnográfico y el de Museo de Ingeniería Urbana.
Rynek Główny
Kazimierz o el barrio judío
Hay matices y texturas que se revelan cuando disfrutamos de un plato desde otra perspectiva, cuando nos dejamos sorprender e invadir por sensaciones nuevas. Porque la verdadera esencia de una experiencia gastronómica no se puede vivir si no es desde la calma, poco a poco, descubriendo cada secreto, cada matiz. Por ello, cuando se viaja a un lugar desconocido se han de convertir ciertos momentos en una experiencia gastronómica. Dedícale un momento a la gastronomía, dedícale un momento a esa faceta de tu viaje.
Si quereis saborear la exquisita cocina polaca, no os obsesionéis con las calorías. Los platos tradicionales polacos, muy sustanciosos y abundantes en carne preparada de varias maneras, tienen miles de calorías.
Entre los ingredientes más utilizados en la cocina tradicional polaca se encuentran la col fermentada (chucrut), los pepinos fermentados, la nata, el colinabo, las setas y salchichas, muchas salchichas. Especias: hinojo, mejorana, perejil,comino, pimienta...
Polonia ha sufrido varias invasiones durante su historia, la más trágica durante la Segunda Guerra Mundial; no obstante, gastronómicamente resultaron enriquecedoras. Su cocina tiene conexiones con sabores galos, nórdicos y austriacos, entre otros.