"El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido." Platón
siento que esta isla atrapó mi alma
Pedro Arroyo
Fotografía Pedro Arroyo
Cuando llegas a Myconos no puedes evitar pensar en dioses y diosas, arbitrarios y caprichosos, y no precísamente amables ni coherentes en su actuar. Es inevitable pensar en Grecia y que no te venga a la mente vestigios escuchados de este o aquel mito. Todo empieza aquí o, al menos, nuestra cultura actual comienza aquí. Grecia y sus incontables islas. Hoy estamos en las Cícladas y hemos aparecido, cual hombres cimbreados por el destino de los dioses, en esta isla: Myconos.
El nombre de las Cícladas deriva de la voz griega para círculo: kúklos. La idea es que da la sensación de que las islas están colocadas circularmente alrededor de una de ellas: Delos, uno de los sitios sagrados para los antiguos habitantes de la Hélade, patria de Apolo y de su hermana Artemisa. Desérticas, rocosas y calentadas por un sol que atraviesa el limpio y puro aire del Egeo, han sido sostenedoras de una gran civilización y portadoras hoy de todo lo que necesita alguien que llega con el estress de la ciudad o los problemas diarios laborales: sol, luz, mar, aire y color, al menos durante el día, porque al llegar la noche comienza la otra vida de la isla: bares, discotecas y un bullicioso ambiente que no te dejará impertérrito por mucho que tu honesta intención haya sido otra.
Las calles de la ciudad Mykonos, o Choro (como se la conoce localmente) son blancas y están pintadas de blanco hasta en el suelo. No temas perderte por ellas, porque te vas a perder. Y de nada sirve mapa o GPS que te haga volver al buen camino porque cualquier camino es bueno y a cual mejor. La única manera de orientarse es seguir el sentido topográfico del terreno, si sigues una linea imaginaria y vas bajando llegarás al mar, y si subes llegarás a una plazoleta origen de paradas de autobuses, kebabs y punto de encuentro natural.
Casas blancas e iglesias ortodoxas con cúpulas azules se amontonan en la orilla del mar, trepando por la ladera lentamente. Entre las casas, estrechas calles enredadas en un laberinto y a cada paso una tienda de souvenirs, ropa o joyas, una taberna en cualquier plazoleta o un grupo de macetas nos hacen detenernos y olvidar de nuevo el camino que andábamos.
Las piedras de los muros son de gran tamaño y las separaciones se pintan en blanco. Encaladas, de dos plantas y con balcones de madera pintados de colores llenos de flores, y con las puertas y las persianas de azul y rojo; buganvillas plantadas por todas partes adornanando las callejuelas.
Abajo, junto al mar, un barrio pintoresco: la “Pequeña Venecia” con casas de colores de dos y tres pisos que escapan por completo del blanco y azul del resto de la isla. Están situadas en el barrio de Alefkandra y os aseguro que, junto a la Paraportriani y los molinos, es de lo más fotografiado.
La “Pequeña Venecia” es una especie de bahía muy pequeñita. En su disposición veremos que hacia un lado tiene una serie de casas colgadas con balcones y fachadas pegados al mar, y hacia el otro lado vemos los molinos que son uno de los iconos más conocidos de la isla. Desde cualquier punto ubicado en esta bahía vivirás el mejor atardecer en la ciudad.
Si seguimos bordeando la ciudad nos encontraremos con el puerto pesquero de Mykonos town, lleno de barcos de pesca y caiques (pequeñas embarcaciones) que llevan a la mayor parte de las playas de Mykonos. Justamente aquí encontrarás una iglesia ortodoxa, la iglesia de San Nicolás, con la arquitectura típica de las Cícladas, encalada en blanco y cúpula y ventanas azules.
Yendo hacia los molinos se pasa por la iglesia de la Virgen de Paraportiani, formada por un conjunto de cinco capillas en dos niveles y reconocida como monumento cultural nacional. Se encuentra en la colina del antiguo castillo veneciano – del que quedan algunos restos -, en el llamado barrio de “Kastro”.
De los molinos únicamente quedan siete de los veinte que hubo hasta la década de los 20 del siglo pasado, siendo imagen típica para souvenirs y postales de la isla. Mykonos es una isla de vientos, y el viento Meltemi sopla 200 o 300 días al año, lo cual tampoco está nada mal, ya que en verano puede llegar a hacer mucho calor.
Mykonos está en medio de la ruta marítima del Mediterráneo y en época de la República de Venecia que controlaba numerosas islas suponía un factor clave para abastecerse. Por otro lado, el puerto de Mykonos gozaba de unas características de atraque fabulosas, y por ello numerosos de estos molinos se encuentran cerca del puerto.
Con la revolución industrial quedaron en desuso, pero se reconvirtieron en reclamo turístico.
El verdadero protagonista de Mykonos es el pelícano Petros. Y no es solo un pelícano. Es un mito, una leyenda. Es la mascota oficial de la isla desde hace más de 50 años.
Bo Patrick, fotógrafo de la isla, pasó gran parte de su vida como productor televisivo en EE. UU. Cuando regresó a Grecia a principio de la década de los 60 se estableció en Mykonos, donde puso un bar. El talento de este hombre, ha sido el que ha dado a conocer al mundo entero a Petros I. Un libro, narrado como un cuento para niños, "Cal blanca y plumas rosas", contiene un cuaderno de fotos y recoge los detalles de la historia de los isleños más viejos y nos habla de Petros.
Según Bo Patrick, cuatro pelícanos dejaron su nido del mar Negro; se dirigían a pasar el invierno en Egipto, cuando una tormenta los desvió de su natural camino y los obligó a hacer tierra en Mykonos.
Tres de las aves murieron, pero Petros sobrevivió y fue adoptado por un pescador local, Zeódoros (Teodoro). Petros vivía en el muelle y al parecer le gustaba llamar la atención, al tiempo que atraía a los visitantes de la entonces tranquila isla, pues aún no poseía la notoriedad de hoy en día.
La fama de Mykonos creció, y Jackie Onassis, por entonces entusiasta de las islas griegas, llegó a enviar dos pelícanos americanos en sustitución de los muertos. Sin embargo, a causa del duro viaje que debieron soportar, las aves no vivieron mucho tras ser presentadas ante Petros, dueño de su territorio.
Un día Petros siguió hasta Tinos a un grupo de escolares de Mykonos. Un malvado pescador de Tinos le cortó las plumas de las alas, transformando a Petros de visitante en rehén, rechazando los reclamos de los Mykonios, aduciendo que el pájaro era suyo.
Pero un día se presentó Zeódoros (Teodoro) y el ave se encaramó a sus hombros. De esta forma se confirmó la propiedad del ave. Se llegó a un acuerdo y Petros regresó a su querida Mykonos, en medio del regocijo de los habitantes de esta isla. Hoy Tinos tiene a su propio pelícano, simpático, pero no tan popular.
También se introdujeron pelícanos hembra como Irini II (la Irini anterior, francesa, apenas vivió). Irini II y Petros jugaron, aunque nunca se aparearon. En 1985 Petros fue atropellado por un auto. Irini II sigue viva, pero a la muerte de Petros I, se la retiró del muelle y pasa los días durmiendo a la sombra, en una plaza.
En 1986, llegó de Múnich, Alemania, Petros II, donado por un barón viajero alemán que lo regaló a los habitantes de Mykonos.
Lo que es seguro es que Petros entró en la isla en 1954, tras una tormenta. Sorprendentemente, el pelícano dejó atrás sus hábitos migratorios y se estableció en el lugar. ¿Enamorado de la belleza de esta isla quizás? Sea como fuere, Petros vivió en Mykonos durante 30 años y logró ganarse el cariño de todos. Por ello, su muerte fue tan sentida entre los residentes y turistas.
Hay que tener en cuenta que Grecia es un país sumamente religioso para la media europea, por lo que sorprende, a priori, que en una isla como
esta se halla concentrado gran parte de la fiesta gay de todo el mundo mundial. No en vano, es un lugar idílico en el Egeo donde se dan encuentro todas las ramasa del colectivo LGTB.
La isla más animada de las Cícladas ha sido desde los años 80 - 90 uno de los destinos más valorados por los turistas gays. Pequeñita y de fácil
encuentro en sus múltiples lugares de ocio, Mykonos tiene tantas posibilidades que resulta imposible no sacarle un gran partido a su oferta turística, independientemente de que se busque o no marcha y desenfreno. Y el hecho de que esté muy bien conectada por líneas aéreas lowcost la convierte en destino clave para sacarle todo el partido a unas vacaciones veraniegas.
Frente a la más romántica Santorini, la monumental Delos o la diversa Creta, Mykonos destaca por su burbujeante actividad, de día y de noche. Quienes queráis empaparos de cierto exotismo atemporal, no tenéis mas que perderos por sus estrechas calles y sus innumerables locales de ocio, museos y vistas al mar, tanto para bañarse como para contemplar la más suntuosa puesta de sol que jamás hayas visto.
Puerto de Mykonos town (Chora)
Molinos de viento de Chora, Mykonos y Barrio de “Kastro”
El Pelícano Petros, mascota de la isla
Fiesta y vida nocturna en Mykonos